Malena
Seguro que ahora quieren saber qué encontró Fernán dentro de la cueva del Yeti. ¿Se acuerdan que el Yeti era peludo y blanco? ¿Que lo único que hacía era gruñir?
Bueno, allí estaban Fernán y el Yeti en la cueva cuando algo aparece desde el fondo.
No era un Yeti pequeño. No era un animal salvaje…
¡Era una niña!
Una niña de pelo negro con dos trenzas, un vestido de playa y también en ojotas.
¡Vení! –gritó-. Y Fernán le hizo caso. Tenemos que aclarar que Fer prefería siempre jugar con los varones, pero el Yeti y la nena… la prefería sin dudar un minuto.
Y ella, que todavía no sabemos cómo se llama, llevó a Fernán al fondo de la cueva donde había un pozo.
Se metió y le dijo:
-¡Seguime!- y Fernán se metió en el pozo justo cuando el Yeti, que había corrido detrás de ellos, los estaba alcanzando.
-Rápido, rápido- decía Fernán, porque la niña no se apuraba y a él las piernas le quedaban tan afuera que el Yeti alcanzó a sacarle una ojota. Gatearon por el pozo que cada vez se hacía más calentito mientras escuchaban el “grrr grrr” del Yeti, que estaba enojado porque sus dos invitados se habían ido al mismo tiempo y porque el pozo era demasiado pequeño para él.
Después de un rato de andar, el hielo se fue convirtiendo en arena y llegaron hasta una parte en la que se veía el cielo. Subió la nena y después Fernán, para encontrarse de nuevo en la playa.
-¿Dónde estabas, Malena? Preguntó una señora que no era la mamá de Fernán pero sí la de la nena, que así se llamaba.
-Jugando con un amigo- dijo, mientras ayudaba a Fer a salir.
Entre los dos taparon el pozo rápidamente. Fernán miró la playa y reconoció la sombrilla de sus papás a unos metros de donde estaban.
El papá seguía dale y dale con la pala, agrandando el pozo. Fer se acercó y lo miró con atención.
Pensar que nunca quería jugar y ahora que él no estaba, se ponía a hacer pozos con su palita.
-¿Que vas a construir?- le preguntó.
-Estoy agrandando el pozo para buscar a… ¡Fernán! ¿Dónde estabas? ¡Te oí gritar y me asusté mucho! ¡Tus labios están morados!
-Estaba jugando con Malena- dijo Fernán, presentando a su amiga, que lo había seguido.
- Al fin te hiciste una amiga – dijo la mamá, que traía una bolsa con churros de chocolate.
Después de abrigarse porque a esa hora en la playa refresca, Fernán y Malena comieron churros mientras se contaban sus aventuras con el Yeti.
-Terminó el día de playa- dijo al rato el papá de Fernán y empezó a juntar reposeras, sombrilla, protector para el sol,toallas, comida, libro y muchísimas cosas más que andaban desparramadas en la arena.
-Juntá tus juguetes- le dijo la mamá. Y aunque no puedan creerlo, Fernán los juntó. No quería perder su pala grande, la que le había regalado la abuela y era tan mágica que hacía pozos increíbles.
-Mañana hacemos un pozo entre los dos- le dijo Malena- porque yo quiero llegar a la China.
Fernán le iba a contar que él tenía la misma idea, pero no pudo. Sus papás lo obligaron a buscar por todos lados su otra ojota sin creerle que un Yeti se la había sacado cuando escapaban de su cueva.
Capítulo 11
¡Agua!
Cuando volvieron de la playa, Fernán sólo pudo bañarse, comer los fideos que hizo su mamá y quedarse dormido en el sillón. ¡Estaba muy cansando!
Por la mañana se levantó temprano y empezó a repetir. “¿Cuándo vamos a la playa? ¿Cuándo vamos a la playa? ¿Cuándo vamos a la playa?”
Así fue que salieron sus papás otra vez cargadísimos de cosas, pero primero tuvieron que buscar un negocio para comprar unas ojotas nuevas para Fernán.
En la playa estaba Malena con su familia, así que pusieron la sombrilla cerca y los chicos empezaron a jugar. Ni se acordaban de los pozos.
Se mojaron, se secaron, quisieron tomar algo y después comer y después tomar otra vez porque lo que comieron les dio sed. Jugaron a la mancha levantando arena, que al papá de Fernán le entró en el ojo y se lo dejó todo colorado. Jugaron a la paleta hasta que se les perdió la pelota y otra vez fueron al agua y se mojaron, pero después tuvieron frio y se secaron, pero las toallas estaban húmedas. Había viento y quisieron remontar el barrilete, pero mientras Fernán tiraba del hilo, Malena tiraba del barrilete y lo rompieron enseguida.
Entonces ya no supieron qué hacer.
- ¿Por qué no hacen un pozo?- pregunto el papá de Malena, y aunque la mamá de Fernán no estaba de acuerdo, allá fueron los chicos con sus dos palas a cavar un pozo, esta vez cerca del mar, así los papas podían verlos mientras tomaban mate y sol, que son dos cosas que se pueden tomar al mismo tiempo.
Imaginen que si Fernán solo había podido hacer un pozo tan profundo el día anterior, entre dos, a los pocos minutos, tenían un enorme. También habían hecho una montaña con la arena que había salido del pozo y que los ocultaba de los ojos de sus mamás.
El pozo crecía y crecía pero era un poco distinto: este pozo se estaba llenando de agua.
- ¡Encontramos agua! – gritaron contentos los chicos, y las madres festejaron desde sus reposeras.
Claro que Malena y Fernán podrían haberse quedado muy contentos ahí mismo jugando con el agua y la arena mojada del pozo, quizás haciendo castillos como hacen los chicos que van a la playa.
Pero ellos no. Ellos siguieron cavando con esa idea de llegar a la China a pesar del agua y de todo. Cavar, cavar, cavar. El pozo ya parecía una pileta de natación. El agua les llegaba a las rodillas, después a la cintura, al cuello…
- ¿Sabes nadar?- preguntó Fernán justo en el momento que los dos se hundían en el agua salada.
Malena no pudo contestar porque la boca se le llenó de agua, pero era claro que sabía nadar porque moviendo brazos y pies se fue buceando para el fondo del mar.
- Malena…- quiso decir Fernán, pero era imposible detenerla así que no tuvo más remedio que seguirla.
- Igual les digo a mis papás que la culpa fue de ella- pensó, al recordar todas las advertencias de su mamá durante el desayuno con respecto a los pozos profundos. Por suerte había dejado las ojotas bien acomodadas junto a la sombrilla antes de empezar a cavar. Esta vez no había riesgo de perderlas.
¿Qué les pasó a Malena y Fernán en el fondo del mar?
¡En el capítulo siguiente podrán saberlo!
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