CAPÍTULO 4
¿OTOÑO?
Estaba por contarles lo que encontró Fernán en el pozo
tan profundo que cavó con la pala que le regaló la abuela.
No había un baúl lleno de caramelos. Tampoco monedas,
ni de chocolate ni de oro. Era tan pero tan enorme al agujero que ya no se le
veía ni el pelo más despeinado.
La mamá seguía preguntando a cada rato:
-Fer, ¿estás ahí?
-Sí mamá.
- ¿Estás ahí?
-si mamá
-¿Estás ahí?
-sí mamá.
El “sí, mamá” se escuchaba cada vez más lejano
mientras cavaba. De pronto, al abrirse el túnel. Fernán vio algo amarillo.
-¿A qué parte de la playa llegaré? – se
preguntaba-¿será el vendedor de choclos?
Pero Fer asomó en otro lugar. Primero la cabeza y
después el cuerpo. Estaba sentado en un mar, pero no era el mar de agua en el
que hace un rato había estado bañándose. Este era muy extraño, era un mar de
hojas amarillas. Había aparecido en medio de un bosque en pleno otoño. Los
árboles estaban desprendiéndose de sus hojas, que llovían de todas las formas y
tamaños.
A Fernán le encantaba pisar las hojas y sentir el
cri-cri que hacen bajo sus pies, así que se puso a correr, a saltar….. a
tirarse sobre las hojas como si estuviera sobre una gran cama elástica.
-¡Iuju! ¡Iuju! –gritaba, contento, moviéndose dentro
de ese mar amarillo como si saltara entre las olas, y tanto saltó que se cansó.
Acostado panza arriba mirando el cielo vio una bandada
de pájaros que se alejaba y en ese momento se dio cuenta de que tenía frío.
Bastante frío. Se tapó con las hojas y pensó en dónde estaría el pozo para
volver a la playa. Miró a su alrededor pero claro, tanto había corrido y
saltado que no sabía dónde buscarlo.
¿se preocupó Fernán?
No mucho. Pensó que seguramente cuando sus papás se
dieran cuenta de que él no estaba se meterían en el pozo y vendrían a
rescatarlo. Así que se quedó mirando la lluvia de hojas, que era más colorida
que la lluvia que moja.
De pronto algo se movió al lado de Fernán. ¿Será un
ratoncito? ¿o un pájaro que cayó del nido? ¿O un batallón de hormigas buscando
su hormiguero?
Por entre las hojas amarillas apareció algo muy
extraño. Parecía una cola...de…de…
Fernán se distrajo pensando pensando dónde había visto
él una cola como esa.
Era grande la cola, era como de …como de…¡DE
DINOSAURIO!
-¡Fernán! ¡Fernán! ¡Parece una cola de dinosaurio!
-nos dan ganas de gritarle, pero Fernán no puede
oírnos porque está dentro del libro.
Además, no se preocupen. Cualquiera sabe que los
dinosaurios ya se extinguieron. No puede ser de ningún modo una cola de
dinosaurio.
Fernán tiró de la cola, y recuerden que era exagerado.
Entonces todo el piso amarillo se movió y un enorme, pero enorme dragón salió
de entre las hojas.
-Aaaayyyyyyyyyyy! –gritó Fernán al verlo tan grande,
tan malo, tan dragón…
-Me parece que oí gritar a Fernán-dijo el papá,
acercándose al pozo.
-Fer, ¿estás ahí?
Dentro del pozo todo era silencio. ¿Qué habrá pasado
con Fernán? .
CAPÍTULO 5
“ESTORNUDO”
Después de oír
el grito de Fernán, el papá se asomó al pozo pero no vio ni un poquito de su
pequeño hijo.
-¡
Fernán! ¡Fernán!- gritó, pero sólo el eco le respondía:
- ernaan,
eernaan.
- ¿Dónde
estás? ¿Dónde estás?- preguntaba la
mamá, desesperada. Los dos daban vueltas muy nerviosos alrededor del pozo,
hasta que el papá dijo: -Mejor voy y porque a vos te da miedo la oscuridad.
-bueno, pero
rápido, que Fer puede estar en peligro
- respondió
la mamá, y el papá saltó en el pozo con la intención de bajar.
Claro que a
ninguno de los dos se le ocurrió que había un problema: el pozo era justo del
tamaño de Fernán, pero ua persona grande quedaba trabada en el primer intento.
Y así quedó
el papá, con la mitad del cuerpo adentro del pozo, la otra afuera y la panza
trabadísima en la arena.
-sacame de
aquí- le pidió a la mamá, que fue a buscar la otra pala que estaba en la bolsa
de juguetes; pero era tan pequeña que llevaría tiempo agrandar el pozo.
- ¡Fernaaaaaaaaaannnnnn!- gritaba ella, mientras pensaba cómo
era que su hijo había do tan exagerado.
¿Podrá el
papá entrar en el pozo?
Eso todavía
no lo sabemos, pero mientras lo agrandan podemos saber qué pasa con Fer y el
enorme dragón.
Fernán se
asustó tanto que no pudo volver a gritar. Recordó enseguida que los dragones
echan fuego por la boca. ¿Qué pasaría si una pequeña llama se acerca a todo ese
mar de hojas amarillas?
El dragón
movió la cola desparramando tantas hojas que Fernán quedó bien oculto debajo de
ellas.
-GRRRRRR,
grrrrr- gruñía la bestia, mientras olfateaba buscando al intruso. Pero Fer
estaba totalmente quieto debajo de las hojas. ¡ Si su papá y u mamá lo hubieran
visto! ¡Ellos, que creían que era
incapaz de quedarse quieto! Estaba más quieto
que una estatua.
Más quieto
que un árbol en un día sin viento. Más quieto que una piedra en el fondo de un
lago….
El dragón
olfateó, olfateó y olfateó. E n un momento pasó justo al lado de Fernán. Casi
lo pisó y le olió los pies, haciéndole cosquillas, pero él no movió ni un
dedito.
-Grrrr….grrrrr-
seguía gruñendo el dragón cuando una hoja , una pequeña e insignificante hoja
hizo lo peor que podía hacer. Se acomodó justo sobre uno de los agujeros de la
nariz de Fernán.
-Aaaa…..aaaa….aaaa…..
Sí, Fernán
tenía ganas de estornudar. Se venía el mayor estornudo de su vida y el dragón
iba a descubrirlo….
¿Quieren
saber si Fernán estornudó?
¡Lean el
próximo capítulo!
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