jueves, 26 de marzo de 2020

Días de Playa (Cap. 13)


CAPITULO 13: 
El Pez Dorado

¿Se acuerdan de que Fernán y Malena estaban nadando y nadando sin parar, escapando de un enorme y misterioso monstruo marino? 

Miraban para todos lados para ver si algo o  alguien podía salvarlos pero no veían nada. Todos los peces se habían escondido temblando de miedo y el mar parecía un desierto de agua. Donde antes había tortugas y caracoles ahora solo había agua fría. Hasta el pulpo se había escondido. Solo estaban Malena, Fernán y la tremenda bestia marina, porque la estrella de mar había logrado desenredarse del pelo de Fernán y se había ocultado detrás de unas piedras. 

El monstruo, aunque era muy grande, nadaba rápidamente y ya los estaba por alcanzar cuando de pronto Fernán vio delante de ellos algo pequeño y brillante. “¡Es un pez de oro!”, pensó. 
Ay, Fernán, no es de oro, es de metal y es uno de esos que se usan para atrapar a otros peces… 

-¡No lo agarres, Fernán! –tenemos ganas de gritar, pero ya saben que no puede oír ninguna de  
nuestras advertencias. Además, es la única oportunidad que tienen de escapar del monstruo. 
Fernán, entonces, toma con la mano, bien fuerte, el pescadito y siente un tirón. Malena también lo siente en su mano y así suben y suben los dos niños, tomados de las manos. 

-¡PesquéPesqué! –gritaba un señor dentro de un barco, que sostenía la caña sin darse cuenta de que no eran peces los que venían agarrados de su tanza. 

Con una red grande los sacó del agua. Primero a Malena y después a Fernán. El hombre tenía unos anteojos muy redondos y salpicados de agua salada. 

-¡Qué especímenes raros! –dijo-. Pero ¡qué grandes! –Y sin pensarlo un momento los metió en un tonel grande con un olor asqueroso. 

-¿Quí hicimis? –preguntó Fernán, tapándose la nariz. 

-¡No somos peces! ¡Somos niños! –gritaba Malena, pero el señor parece que no solo era miope sino que también se había quedado sordo por el ruido de las olas del mar. 

-¡Al menos nos salvamos del monstruo marino! –dijo Fernán 

Después los dos se quedaron sentados allí dentro, descansando un poco y respirando otra vez como personas, pero cada vez que inspiraban, ese olor horrible a pescado muerto les daba asco. 

-¡Tenemos que escapar! –dijo Malena y empujó la tapa de tonel, que cedió enseguida. 

Los chicos se asomaron y vieron que el hombre estaba muy tranquilo fumando su pipa y mirando el mar. 

-¡Que buena pesca! –repetía mientras se rascaba la panza, quiesá soñando con hacerlos a la parrilla con juguito de limón. 

-¿Qué hacemos? –preguntó Fernán otra vez y Malena le dijo que tenía un plan. 

¿Quieren saber cuál es el plan? 

¡Tendrán que seguir leyendo! 


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